2 de agosto de 2013

Majestuoso Monte

En un amplio patio de la casa más alta del poblado, descansaba un hombre anciano cuyo rostro se decía que inspiraba una extraña mezcla entre misericordia y firmeza. Era conocido por el nombre de Shmuel, todos decían que era sabido y que de sus palabras parecía brotar un manantial de sabiduría.

Un día de sol, en el que el anciano se hallaba meditando bajo la sombra de un viejo manzano, se presentó ante su jardín un joven, aquel joven, cruzando el umbral y acercándose al anciano, le dijo:"Me llamo Saúl y soy artista; Mi trabajo es sincero y pleno de sentimiento, sin embargo tengo un gran problema, me atormentan las críticas que se hacen de mi vida, mi obra y mi persona, vivo obsesionado por las descalificaciones de los críticos de arte, y por más que trato que no me afecte, me acaban esclavizando… Se que eres un hombre sabio y que tu fama de sanador alcanza los horizontes más remotos, dicen también que tus remedios son extraños, y sin embargo no me falta confianza para acudir a ti, a fin de conseguir la paz que tanto necesito en la defensa de mi imagen".

Shmuel, mirando al joven con cierta displicencia le dijo:
"Si quieres realmente curarte, ve al pie del monte del pueblo y procede a injuriar, insultar y calumniar a ese monte histórico de la ciudad, cuando lo hayas realizado, vuelve y relátame lo que allí te haya sucedido".

Ante esta respuesta Saúl se sintió claramente esperanzado en los remedios del anciano y aunque se hallaba un tanto desconcertado por no entender el porqué de tal remedio, se despidió y salió inquieto de aquella casa. Al día siguiente, se presentó de nuevo ante Shmuel y este le pregunto si había ido a aquel monte, a lo que Saúl contesto que si, de forma decepcionada, Shmuel le preguntó qué si la montaña le había respondido los insultos a lo que Saúl contestó:
"Pues en realidad no me contestaron nada, estuve tres horas profiriendo toda clase de críticas e insultos, y en realidad, ni se inmutaron".
El anciano sin variar el tono de su voz le dijo a continuación:
"Escúchame atentamente, vas a volver nuevamente al monte, pero en esta ocasión vas a dirigirte a el profiriendo todos los elogios, adulaciones y halagos que seas capaz de sentir e imaginar".

La firmeza del sabio eliminó las dudas de la mente del joven artista, por lo que despidiéndose se retiró de inmediato. Al día siguiente Saúl volvió a presentarse en la casa de anciano y en un tono muy abatido y desesperanzado le dijo:
"Nada, durante tres horas ininterrumpidas, he articulado los elogios más hermosos acerca de su gran belleza, su magnificencia, su presencia, lo asombroso y todo lo que representa para el pueblo y… ¿Qué ha pasado? Nada, no pasó nada; no se inmutó, ni respondió, todo continuó igual a pesar de mi entrega y esfuerzo", así que… ¿Eso es todo?", preguntó el joven con cierto escepticismo.

El viejo Shmuel le respondió:
“Eso es todo… porque así debes ser tú muchacho; indiferente como un monte, tanto para los halagos como para los insultos, ser inamovible. No seas como el árbol que en algunas ocasiones los vientos le favorecen y otras veces lo destrozan, un monte es un monte por lo que es, no por lo que los demás dicen que sea, porque el que hoy te halaga mañana te puede insultar, y quien hoy te insulta mañana te puede halagar. Permanece firme y fiel a tus convicciones como un majestuoso monte".

RAjr

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